viernes, 21 de noviembre de 2008

Reflexiones sobre la nueva época histórica de la Patria Grande, el poder, la revolución y el Socialismo

Por Alberto J. Lapolla
20-6-2008
Reportaje de la Asociación Latinoamericana de Economía Marxista de Venezuela
Hace algunos años la mayoría de los países de nuestro continente, se vieron afectados en forma coordinada por brutales dictaduras militares auspiciadas por EE. UU. ¿Qué se buscaba en el fondo con esta estrategia imperialista?
En realidad las dictaduras vinieron a quebrar la oleada revolucionaria (una más en la larga lista de oleadas revolucionarias de nuestro continente indo-americano desde 1492, y en particular desde 1780, cuando el gran Túpac Amaru II iniciara la historia moderna de nuestra tierra india, negra y mestiza) que sacudía al continente. Esa oleada tiene distintos inicios y empalmes, pero si uno toma como punto de partida la gran revolución mexicana de 1910-1918, prácticamente el continente no ha dejado de producir movimientos que de una u otra forma, buscaban la Liberación Social pendiente desde la gran Revolución de la Independencia (1809-1824), y la recuperación de la Soberanía Nacional mancillada por las distintas formas de penetración imperialista. Así, a la Revolución Mexicana continuarían movimientos que como el Yrigoyenismo, la Reforma Universitaria, las luchas de Sandino, las rebeliones mineras de Bolivia y Chile, las rebeliones del Perú y Ecuador, combinadas con las luchas de los pueblos panameño, dominicano, haitiano y portorriqueño contra el dominio y las invasiones yanquis. De la misma manera que las luchas del pueblo paraguayo por recuperar sus derechos aplastados por la invasión argentino-brasileña de 1865, en particular su derecho a la tierra y el respeto a sus pueblos indígenas masacrados y perseguidos por las fuerzas oligárquicas. Estas rebeliones continuas durante casi todo el siglo XIX, se manifestaron a lo largo del siglo XX, en sucesivas oleadas que buscaban como decíamos la Liberación Nacional y Social de nuestros pueblos, en los tiempos de la Revolución Socialista a escala mundial, ‘La Patria Socialista’ como la llamábamos nosotros en la Argentina de 1973, más allá de la justeza o no de dicha afirmación. Sería en particular a partir de la profundización de la Revolución Mexicana encabezada por el General Lázaro Cárdenas en México, en los años 30, que este proceso iniciaría una seguidilla de revoluciones y transformaciones, que abrirían una nueva etapa en la vida de nuestros pueblos. Así el Cardenismo, el Peronismo en la Argentina, la Revolución Boliviana de 1952, las luchas del APRA en el Perú, los avances en la construcción de capitalismos independientes con más o menos derechos sociales y económicos, junto a otros países donde se producían principalmente políticas económicas independientes como Brasil, Uruguay y Chile, abrirían una nueva etapa que insertaría a los países de la América morena, en tal vez el mejor período de su vida independiente. Está claro que esta etapa se inscribe, en los impresionantes triunfos políticos y sociales de las masas de todo el mundo y del Tercer Mundo en particular, luego del colosal triunfo del Ejército Rojo sobre la bestia nazi, en 1945, inaugurando lo que los economistas dieron en llamar los ‘golden thirty’. Es decir los ‘treinta años dorados’ de la vida humana en el planeta, comprendidos entre 1945 y 1975, a partir de que la bandera roja soviética flamea triunfante sobre las ruinas del Reichstag alemán, inaugurando la época en que los derechos económicos, sindicales y sociales de los trabajadores pasaran a ser parte de la legalidad burguesa existente, situación hoy tan lejana incluso en la propia Europa. Esta seguidilla de gobiernos liberadores en Nuestra América, incluye también la derrota de la Revolución Guatemalteca encabezada por Jacobo Arbenz, mediante la invasión norteamericana de Castillo Armas en 1954, así como el asesinato del líder popular Eliézer Gaitán en Colombia en 1948, que diera inicio a una guerra civil que aun continúa en parte de las tierras de Bolívar. Estos dos golpes en particular el de Guatemala, marcan el inicio de un período de contrarrevolución y retorno de las fuerzas oligárquicas y pro-imperialistas -y cuando no del propio imperialismo como es el caso de Guatemala- a los gobiernos que tienen su correlato en el sangriento derrocamiento del General Perón en Argentina en 1955, y el posterior vaciamiento de contenido del gobierno del MNR en Bolivia, con las masacres de 1965, y el abandono del APRA peruano de su programa agrario y antiimperialista. De la misma manera el proceso brasileño comienza a retroceder ante la presión del sector gorila y los planteos erróneos de una lucha armada innecesaria. Este período de derrotas y retornos oligárquicos de mediados y finales de los cincuenta, será roto por el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, la que daría inicio a una nueva Oleada Revolucionaria Continental. Aun cuando ella misma fuera en sí misma parte, de esa oleada anterior iniciada por Cárdenas, Perón y la gran Revolución obrera e indígena Boliviana de 1952.
La Revolución Cubana aportará dos elementos centrales que permitirán abrir una nueva etapa histórica en Nuestra América. En principio los revolucionarios cubanos enfrentan y derrotan una invasión norteamericana por primera vez en la historia americana moderna, si se exceptúa la invasión de Pancho Villa a territorio norteamericano, y sus éxitos contra la invasión yanqui posterior. El triunfo de la Revolución Cubana sobre las fuerzas invasoras en Bahía de los Cochinos mostraba de manera contundente que era posible enfrentar y derrotar al imperialismo aun en sus propias narices e incluso con fuerzas aparentemente pequeñas, siempre y cuando se apelara incondicionalmente a la movilización del pueblo. Este hecho impactaría profundamente sobre toda América, pero en particular sobre las masas y los cuadros juveniles Peronistas en la Argentina, cuando comparan que en 1955, Perón se había rendido sin combatir. Esta mirada de Cuba, como la continuación de la Revolución Peronista, daría lugar a una segunda etapa de la Resistencia Peronista que incluiría abiertamente la acción armada. La posterior adhesión de la Revolución Cubana al Socialismo, y la búsqueda de un impulso a la Revolución Continental –más allá de las reales posibilidades de la misma, pero retomando el mandato liminar de los Padres de la Patria, que siempre está allí esperando ser proseguido-, producirán un incendio continental que llevaría a los pueblos de América en los años sesenta y setenta a una lucha general y frontal contra el imperialismo norteamericano y las oligarquías locales. Lucha de enorme magnitud y profundidad. Esta lucha se daría sin embargo, en un período donde el imperialismo derrotado en Asia y África se replegaba ferozmente sobre su ‘patio trasero’, hecho que provocaría la brutal derrota de la lucha continental, con honrosas excepciones. Pero en sus comienzos, la oleada fue fenomenal y una vez mas, como siempre en Nuestra América hasta que concluyamos definitivamente la unidad continental, fue colectiva y encadenada, casi simultánea. Así en los primeros años ‘70 se producirán los triunfos de Salvador Allende en Chile, el retorno del Peronismo y de Perón al poder en Argentina, mediante una verdadera epopeya de Resistencia popular. A ellos se unen los gobiernos nacional-populares de los generales Velazco Alvarado, Torrijos y Torres en Perú, Panamá y Bolivia. La revolución derrotada -mediante una nueva invasión norteamericana- en Santo Domingo, encabezada por el Coronel Caamaño Deno y la irrupción de movimientos insurgentes en la mayoría de los países de Nuestra América, incluidos Brasil, Perú, Venezuela, México, Colombia, Argentina, Uruguay, Bolivia y Chile. Esta lucha será especialmente tenaz y crudelísima en la América Central, sin duda la parte más sojuzgada de Nuestra América por el imperio yanqui y las más sanguinarias oligarquías blancas, opresoras de pueblos compuestos mayoritariamente por culturas originarias increíblemente valiosas, resistentes y persistentes como la Maya o las cientos de culturas ancestrales que pueblan México, Guatemala, Honduras y Nicaragua. El triunfo de la Revolución Nicaragüense en 1979 cierra de alguna este período, produciendo un éxito notable, con el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, en medio de la derrota sangrienta y atroz del gran movimiento de Liberación Nacional y social de los años ‘60 y ‘70 en el continente. Derrota que produciría una cifra que orilla el medio millón de muertos, desaparecidos y asesinados, producido por los escuadrones de la muerte y los ejércitos coloniales de los respectivos países hermanos, verdaderas fuerzas de ocupación contra sus pueblos. Cabe recordar que más de 200.000 de esos asesinados son hermanos guatemaltecos especialmente de la etnia maya, que parecería debe soportar genocidio tras genocidio como una maldición, desde la invasión española del siglo XV.
Es a partir del golpe de Estado en Bolivia contra el general Torrez, en Uruguay con el autogolpe de Juan María Bordaberry, con el sangriento derrocamiento de Salvador Allende en Chile y el de Isabel Perón en Argentina (aun cuando la matanza había ya comenzado bajo el mismo gobierno Peronista, cuando Isabel fuera derrocada ya habría más de 2500 muertos y desaparecidos pertenecientes a las fuerzas populares y de la izquierda), cuando se inicia el período contrarrevolucionario abierto mediante la instalación de dictaduras neonazis en todo el continente. Dictaduras que buscarían remodelar y disciplinar las sociedades americanas bajo el control absoluto del Departamento de Estado y el terror de la Doctrina de la Seguridad Nacional. Las dictaduras que asolarían el continente entre 1972 y 1990, serían la expresión más atroz del poder oligárquico-imperialista que se lanzaría sobre nuestros pueblos desde al emergencia de nuestras naciones, balcanizadas al ser derrotado el proyecto continental de Miranda, Castelli, Moreno, Bolívar, San Martín, O’Higgins, Artigas y Sucre. Matanzas y terror generalizado sólo comparable al aplicado por las oligarquías probritánicas en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, para acabar con las resistencias populares, o al terror español de la invasión iniciada en 1492. La seguidilla de golpes se completa con el derrocamiento de Velazco Alvarado en el Perú. La cadena de dictaduras neonazis buscarían principalmente aplastar al movimiento popular creado desde 1930 en adelante, destruirían físicamente la intelectualidad revolucionaria, buscarían remodelar culturalmente a nuestras díscolas y rebeldes masas americanas, y acabarían con las sociedades de Estado Benefactor creados a partir de la irrupción del cardenismo en 1936. también serían las pioneras en la instalación de los modelos de capitalismo neoliberal en el mundo, como lo prueban los gobiernos de Banzer en Bolivia, Bordaberry en Uruguay, Pinochet en Chile y Videla en Argentina. También consolidarían de una manera no vista hasta entonces la dominación norteamericana sobre nuestras economías y sociedades. En síntesis, las dictaduras terroristas que suceden a la oleada revolucionaria de los 60 y los 70, son en esencia la contrarrevolución continental –tal cual señalara con justeza Noam Chomsky-. Regímenes neo nazis que desgraciadamente empalmarían con el colapso de la URSS y el sistema socialista mundial. En mi opinión no deben considerarse como hechos aislados la derrota de la revolución Sur Americana y el colapso del ‘Socialismo Real’ europeo. Así la derrota de la revolución continental americana, seguida por el colapso soviético, da inicio a esta etapa de restauración conservadora que aun transitamos. Sin embargo una vez más Nuestra América vuelve a mostrar al mundo, al igual que después de 1815, que cuando en Europa hay contrarrevolución, acá estamos los americanos del Sur para mostrar que la revolución sigue viva en el mundo.
Usted ha investigado a fondo la historia de los movimientos revolucionarios latinoamericanos ¿Cual es su impresión sobre las causas de la derrota de esa generación revolucionaria, que pretendió tomarse el cielo por asalto?
Es una pregunta compleja, dada la diferencia de situaciones en el continente, si bien como señalara más arriba nuestros hechos suelen estar relacionados a una lógica colectiva que se origina en los dos proyectos de Patrias continentales que nos han precedido: el Tuwantisullw y la Patria Grande Bolivariana y Sanmartiniana. Siendo así, los hechos si bien respondían a una lógica común como lo era la necesidad de romper la mayor o menor dependencia de nuestros países del imperialismo norteamericano y la dominación más o menos brutal de las oligarquías coloniales, las situaciones diferían en el mayor o menor grado de desarrollo social, económico y político de nuestras sociedades. De allí que en algunos casos la lucha armada fuera imprescindible, tal el caso de Nicaragua, Guatemala,. El Salvador, Colombia y tal vez Guatemala. Pero no lo era tanto en los países más desarrollados industrialmente del continente, donde la presencia de fuertes y, más o menos organizados proletariados industriales, permitían otras formas también eficaces de la lucha de clases, tal el caso de Argentina, Chile, Uruguay, México y Brasil. En estos países las acciones armadas debían o podían jugar otro papel, como lo era el de apuntalar y acompañar las acciones más decididas de los trabajadores, que podían con su organización sindical sumar al conjunto del pueblo a su lucha. También influía en la mayor o menor validez o legitimidad de la lucha armada, la existencia o no de legalidad constitucional republicana en los distintos países. Así, no era lo mismo Argentina donde la oligarquía había retomado el poder por las armas en 1955 con el derrocamiento del gobierno peronista e instaurado un régimen de proscripción política de la mayoría. Lo mismo Brasil donde gobernaban desde 1964 los militares gorilas. Pero no es esa la situación de Uruguay, Chile o México donde pese a sus limitaciones, los regímenes democráticos tenían vigencia. Incluso el hecho de debilitarlos o ignorarlos, como plantearon muchos movimientos guerrilleros de entonces, no fue favorable para la marcha de los propios movimientos insurreccionales, tal cual mostró la experiencia histórica uruguaya, chilena y argentina en particular. En el caso argentino –que es el proceso que más estudié- por ejemplo, cuando el acompañamiento de acciones de violencia popular iniciadas en 1955, apuntalaban el inmenso, potente y formidable movimiento obrero que había dejado el Peronismo como estructura del pueblo argentino, las mismas eran altamente eficientes y apoyadas por la mayoría, lo cual les otorgaba una fuerte legitimidad. Mientras la lucha armada acompañó el desarrollo del movimiento sindical y popular, y actuó con bajas dosis de violencia, sobre todo evitando acciones crueles innecesarias, la misma tuvo éxito, jugó un rol positivo y fue acompañada por la población. Por el contrario cuando después del triunfo popular en las elecciones de 1973, esta lucha se separó de las masas y llegó incluso a enfrentar con acciones armadas al gobierno popular del general Perón elegido por el pueblo con el 62 % de los votos, las acciones armadas se separaron del pueblo, se aislaron, jugaron un rol contrarrevolucionario y fueron destruidas fácilmente por el enemigo. Peor aun, el enemigo las usó como excusa para tomar todo el poder político, acabar con el movimiento sindical, destruir la intelectualidad revolucionaria, endeudar artificialmente la nación, instaurar el terror generalizado provocando parálisis social. Al mismo tiempo se dio a la tarea de comenzar a destruir el país industrial tecnológico y científico con altísima inclusión social que había construido el Peronismo, dando inicio a una nueva etapa de retorno neocolonial de la nación. Este proceso se dio también en Chile, con el MIR enfrentando al gobierno Socialista y Patriótico de Salvador Allende, facilitando el camino a la dictadura de Pinochet, la que pudo completar la destrucción del Chile de postguerra, mediante la reformulación y brutal disciplinamiento de las masas chilenas, cosa que no pudo darse en la Argentina ni Uruguay. Los Tupamaros en Uruguay, una de las pocas guerrillas no leninistas del continente y de acción mas inteligente, se enfrentaron a una situación similar cuando debieron apelar a una dosis de violencia mayor que la que habían utilizado hasta entonces. Aunque cabe aclarar que los Tupas nunca cayeron en el militarismo extremo de ERP, Montoneros o el MIR y mantuvieron un alto apoyo popular, sin embargo fueron impotentes para enfrentar la represión contrarrevolucionaria.
Pero creo que el hecho mayor, no advertido en toda su magnitud por las fuerzas revolucionarias del continente, residía en la cuestión señalada más arriba, respecto de que el Imperialismo norteamericano se replegaba violentamente sobre América Latina, a partir de sus derrotas en Asia, África y Europa. Repliegue que podía hacerlo con éxito, cuestión bastante diferente a la de hoy, según parece. También influía el hecho de que muchas de las luchas no se planteaban un verdadero Frente de Liberación Nacional que incluyera a todas las fuerzas enfrentadas al imperialismo, incluyendo importantes sectores de las burguesías nacionales, lo cual aislaba muchas veces a heroicos y valiosos contingentes revolucionarios. Situación que parece ser muy distinta a la de hoy según manifiestan las revoluciones Bolivariana, Boliviana, Ecuatoriana, Nicaragüense y el proceso brasileño. La Revolución de Bolivia de fuerte raigambre indígena, marca una diferencia central con las luchas de los sesenta y los setenta. Las mismas eran mucho más Eurocéntricas en tanto positivistas, progresistas (en cuanto el paradigma del progreso indefinido) o leninistas. Hay una enorme diferencia entre que la libertad de los pueblos originarios la proclame un blanco que hable en su nombre como lo era el Che, a que sea uno de ellos mismos quien encabece su lucha, como lo es Evo Morales. Es exactamente la diferencia que va de Túpac Amaru II a Juan José Castelli, por ejemplo, sin por ello disminuir la importancia de Castelli o el Che en la emancipación de los pueblos. También jugó un rol importante en la derrota, cierto simplismo en el planteo de la lucha armada, muchas veces planteada ‘porque sí’, ‘porque no había otro camino’, ‘porque estaban dadas las condiciones objetivas y subjetivas’, ‘porque le vía armada es inexorable’, lo cual por supuesto no ayudó al proceso de acumulación política y por el contrario aisló, debilitó y posibilitó el exterminio de los cuadros revolucionarios y de organizaciones enteras. Un elemento crucial en la derrota, lo fue también el hecho de que hubiera un ‘molde’ para la Revolución, y que el mismo proviniera de la URSS, de China o de Viet Nam, o de Cuba (pero de una manera mecánica y repetitiva) lo cual hacía ignorar las condiciones nacionales más peculiares y nuestra propia historia americana, tan rica en Revolución y combate con cuadros inmensos que hubieran podido orientar mejor estos procesos. De la misma manera que había como una necesidad, un imperativo, de que los cambios debían ser hechos de manera inmediata, sin medir correlaciones de fuerza, consensos sociales, estados de ánimo, estado y poder de las fuerzas enemigas, y condiciones materiales concretas de la economía. Siempre recuerdo una reflexión de un compañero del PRT-ERP de Argentina, que señaló en la presentación de uno de mis libros: ‘Nosotros vimos que el mejor proceso revolucionario que habíamos estudiando era el de Viet Nam. Entonces vimos que habían hecho los vietnamitas para obrar tan acertadamente, y vimos que ellos habían estudiado a fondo la historia de Viet Nam. Entonces en la dirección del PRT-ERP decidimos poner a todo el partido a estudiar.... la historia de Viet Nam.’ La excesiva juventud y el excesivo europeísmo del Socialismo existente entonces nos jugó en contra.
Los Partidos Comunistas de nuestro continente no han encabezado ninguna revolución triunfante y salvo contadas ocasiones no se han puesto al frente de los procesos de cambios más significativos. ¿Cuál usted cree que es el motivo de ese fenómeno político social?
Bueno en parte creo haber ido respondiendo esta pregunta, que claro es una de las peculiaridades del proceso político latinoamericano. Creo que la razón principal reside en el mecanicismo de la lectura de Marx en nuestras tierras –que profundizaron errores del propio Marx respecto de nuestras sociedades y del Tercer Mundo en general, tal como puede verse en el escrito horrible de Marx sobre Bolívar o en sus artículos sobre el dominio Británico en la India-, así como en una incomprensión del verdadero carácter de nuestra Revolución Continental de 1809-1824, en su doble carácter de Revolución de Liberación Nacional y de Redención Social del indio, el negro y el mestizo. Por ende había confusión desde el vamos respecto del carácter de la Revolución a realizar o a completar en nuestras tierras, galimatías respondido genialmente por Mariategui cuando señaló ¿cómo vamos a ir al capitalismo para después llegar al comunismo, cuando el Tuwantiswu pasó del comunismo al feudalismo, con la invasión española? Lo que debemos hacer es pasar del comunismo Incaico al comunismo moderno.’ Claro, esta idea genial era inaceptable para el estalinismo y los marxistas de ‘superioridad étnica europea’ como Codovilla o los Ghioldi. Este aspecto étnico-racial-cultural en que se expresaba de manera primordial la lucha de clases en América, así como definir cuál había sido el verdadero carácter de la Revolución de la Independencia, confundía a los primeros marxistas americanos que, claro no podían encontrar la respuesta a estos interrogantes ni en Marx, ni en Engels, ni en Lenin. Tal vez el último Trotzky desde México, entreve de qué se trataba el problema de la Revolución americana. Estos hechos la diferenciaban mucho de la Revolución Rusa que no había tenido ningún proceso democratizador triunfante a lo largo del siglo XIX, y que se producía en un país imperial. Esto era así para todo el continente a excepción de Brasil que no había tenido Revolución de la Independencia, sino por el contrario sólo un cambio de amos portugueses por amos brasileños que habían mantenido a rajatabla la esclavitud, el racismo visceral de las burguesías estaduales y la brutal expoliación y exterminio de sus pueblos indios y de sus recursos naturales. De allí que uno de los pocos procesos revolucionarios armados exitosos en la primera mitad del siglo XX lo haya encabezado Luis Carlos Prestes con su famosa columna, desde una perspectiva Nacional Libertadora. Cabe preguntarse si su adhesión posterior al Comunismo Internacional, favoreció o no la marcha de la revolución brasileña, como pudo verse luego con la derrota de 1935. Todo esto unido, al nefasto papel jugado por la hegemonización estaliniana producida a partir de 1926-1930 a través del papel jugado por Victorio Codovilla, el Partido Comunista Argentino, otros agentes y la propia Komintern, respecto de la valoración de los rasgos nacionales específicos de nuestras sociedades. Llegándose al paroxismo de la alineación de la mayoría de los partidos comunistas –con honrosas excepciones- en su castración revolucionaria transformándolos en meros defensores o agentes de la URSS, desligados –cuando no enfrentados- de la problemática de sus pueblos y países. Así los principales marxistas que entendieron y elaboraron tesis notables respecto del carácter de la Revolución en Nuestramérica, tales como José Carlos Mariátegui, Luis Emilio Recabarren, Jose Penelón, José Antonio Mella, Deodoro Roca o un poco antes dirigentes socialistas como Manuel Ugarte, por nombrar sólo a algunos de los más notables, fueron raleados y sus ideas -claramente originales, americanas y correctas históricamente- reemplazadas por recetas cerradas, que llevaron en general a los partidos comunistas a separase de sus pueblos, o a no poder entender a las sociedades que querían revolucionar. Esto los aisló y no les permitió en general encabezar los movimientos de masas, que se expresaron mayoritariamente a través de Movimientos Nacional Populares. Se llagaría así a extremos notables como lo sería el rol jugado por el Partido Comunista Argentino frente al Peronismo entre 1945 y 1973. Algo tan simple como lo era comprender que el primer rasgo de expresión de la lucha de clases en nuestro continente, como casi en todo el resto del tercer Mundo colonizado por las potencias imperiales europeas, pasaba por el conflicto étnico racial, que se expresaba en el color de la piel y en la defensa de la cultura oprimida por sobre la cultura opresora. Pero claro, llevar adelante esa idea hubiera contradicho el pensamiento europeísta de Marx y de Engels, y de la acción concreta de socialistas y comunistas europeos que consideraban casi natural la superioridad del europeo sobre el indio americano –tal cual señaló de manera errónea y racista Federico Engels en Los Orígenes de la Propiedad Privada la Familia y el Estado. De allí que los socialistas primero y los comunistas más tarde siguiendo la idea eurocentrista y la tesis del ‘progreso indefinido’, se inspiraran en las ideas racistas y antipopulares de Domingo F. Sarmiento, Bartolomé Mitre, Juan bautista Alberdi o José Ingenieros, negando el rol decisivo de las masas indias en nuestra existencia como cultura, en nuestra resistencia de 500 años ante el domino extranjero, en el rol jugado en la Revolución de la Independencia y en el propio programa que dicha Revolución planteó en tanto, americano, libertario y tupamarista o indiano como se llamaban nuestros padres fundantes. Así, si Sarmiento y lo europeo eran el ‘progreso’, la civilización, ‘el capitalismo’, entonces los caudillos, indios, gauchos, criollos, llaneros y mestizos en general, lo americano, eran la barbarie, lo atrasado y ‘lo feudal’. Y por ende no estaba mal combatirlos –o aceptar su exterminio en nombre del progreso-. De allí al error histórico y político no hay más que un trecho, que en general los Partidos Comunistas recorrieron con rapidez, es decir, confundir el enemigo, aliarse con él y enfrentar a quien debían defender. A esto debe agregarse la lectura errónea de la contradicción proletariado-burguesía en países donde la Revolución Burguesa debía ser completada, y el imperialismo ejercía un dominio económico y político estructural. Esta simplificación errónea, restringía el marco de las alianzas y debilitaba la lucha contra el enemigo principal: el Imperio de turno. Está claro que esto no implicaba la supresión de la lucha de clases al interior del Frente de Liberación Nacional, sólo que debía entenderse que hasta su derrota -en un largo proceso histórico- el enemigo principal era el imperialismo. Y que por supuesto el resultado final no estaba escrito por adelantado, sino que dependería del desarrollo de la lucha de clases en un sentido u otro. Esta situación se repite hoy en la actitud cerril y opositora de muchas corrientes trotzquistas, maoístas o comunistas a los procesos revolucionarios en curso en Bolivia, Venezuela y Ecuador, a los que tildan de ‘reformistas’, ‘burgueses’, cuando no de contrarrevolucionarios. Facilitan así la acción del imperialismo norteamericano, tal como lo hicieran en los años ‘70 con gobiernos como el de Allende, Perón, Velazco Alvarado, la Revolución Cubana o más tarde con la Nicaragüense. Por otra parte la propia experiencia del comunismo en occidente pone en tela de juicio la validez de conceptos como la contradicción burguesía-proletariado, como elemento de construcción política o el slogan de la dictadura del proletariado, en sociedades complejas y conformadas alrededor de consensos políticos, culturales y sociales mucho más intrincados y plurales, que obligan a pensar en articulaciones mucho más complejas, elásticas, pero por sobre todo plurales y democráticas con amplios consensos
¿Piensa usted que los marxistas latinoamericanos, tienen una deuda de elaboración y de praxis, con los trabajadores y los explotados en nuestro continente?
Claro que sí, aunque luego del derrumbe de la URSS esa deuda corresponde a todo el campo del pensamiento revolucionario. Hoy podría decirse que una vez más mientras Europa se instala en la contrarrevolución –gobiernos de Sarkozi, Merkel y Berlusconi- América Latina al igual que ocurriera luego de la derrota de Napoleón en 1815, se transforma una vez más en la vanguardia revolucionaria del mundo. Mientras Asia completa su desarrollo capitalista retornando a la cabeza del capitalismo mundial –el centro de la globalización vuelve a Oriente como lo fuera hasta 1750-, pero sin afectar la estructura brutalmente antidemocrática de sus sociedades. Sin embargo Nuestra América al igual que entre 1815 y 1860 vuelve a estar a la cabeza del cambio social en el mundo. Allí es donde más se nota la presencia hoy de un pensamiento latinoamericano, que de alguna manera retorna a nuestra base teórica fundante como es el pensamiento de los próceres de nuestra Independencia. No hay ningún material escrito en ninguna otra Revolución Burguesa en el mundo entre 1810 y 192, que se compare al Plan de Operaciones de Mariano Moreno para la revolución Continental, escrito en agosto de 1810 en Buenos aires. Sólo con la llegada de la Revolución Rusa. Y eso nos da una ventaja política inmensa que en los 60 y 70 no supimos entender. Las bases de nuestra Revoluciones se deben articular alrededor del pensamiento más avanzado de Bolívar, de Castelli, de Monteagudo, de Moreno, de Simón Rodríguez, de Sucre, de Morelos, de Hidalgo, de Martí, de Belgrano, de Artigas, de Túpac Amaru –el primer hombre en la modernidad en proclamar el fin de la esclavitud- y tantos otros. Desde allí debemos reformular la Liberación Social de nuestros pueblos, asentados sobre la teoría general de la plusvalía, de la lucha de clases, del Estado y del Imperialismo, pero sobre el análisis de nuestra sociedad y Revolución que hicieran nuestros padres fundantes. Nos sobra pensamiento propio para reformular un nuevo Socialismo –que habrá que ver como se denomina en Nuestra América. Si no seguiremos errando.
Según todos los pronósticos, se avecina una crisis alimentaria a nivel global y lógicamente los países menos desarrollados sufrirán las consecuencias más terribles de esta situación. ¿Cuáles son las verdaderas causas de esta crisis y que medidas se pueden tomar en la región para paliar esta situación?
Las razones de la crisis alimentaria global, giran en primer lugar en torno a la decisión de George Bush, en una medida claramente malthusiana, de poner la agricultura mundial a producir combustible para alimentar los 800 millones de automóviles de la burguesía mundial. Esta medida irracional hasta el absurdo, busca impedir el colapso o reformulación de las gigantescas multinacionales petroleras automovilísticas, y las industrias vinculadas al negocio automovilístico, que está claro son las mayores corporaciones del mundo. Por supuesto, si se alentaran las energías alternativas, especialmente la solar, la eólica o la de base de Hidrógeno, no habría nada que circulara por los oleoductos, caños de las refinerías y de las gigantescas cadenas de distribución de la industria petrolera, y esto las llevaría al colapso o a la necesidad de gigantescas inversiones para reformularse, con el agravante que dichas energías son esencialmente descentralizadas y autogestivas. Los ‘biocombustibles’ vienen para resolver esta situación, aun cuando en ello vaya la posibilidad de que más de la mitad de la humanidad se muera de hambre. Este plan, de llevarse adelante en los términos que propuso Bush, haría colapsar de hambre al Tercer Mundo y llevaría a una crisis ecológica total del planeta. La segunda razón se encuentra en la disminución de la producción mundial de alimentos producida por el cambio del sistema mundial de producción del Tercer Mundo, que ha dejado de producir alimentos con base en las necesidades de su población, para producir commodities exportables, para las corporaciones multinacionales dueñas de la producción mundial de alimentos, los agrotóxicos, las simientes y la biotecnología, a partir del cambio durante los años noventa de las políticas de Estado hacia las políticas neoliberales que han obligado a los países del Tercer Mundo a aceptar modelos como los del NAFTA, ALCA o los TLC. Modelos que han destruido la producción básica de alimentos del Tercer Mundo, generando el contrasentido de que muchos países exporten alimentos pero no dispongan de los mismos para alimentar a su población. Ese es, por ejemplo, el debate central hoy en la crisis de la Argentina, que enfrenta a los empresarios productores y exportadores de soja con el gobierno. El otro elemento que ha generado la crisis mundial de alimentos, está relacionado con el calentamiento global –también llamado ‘cambio climático’- que ha afectado la producción de países como Australia, China, los EE. UU., y varios países de África. También lo han hecho, los fuertes procesos de industrialización de China y la India, donde reside casi la mitad de la población mundial. Estos procesos han incrementado enormemente el consumo de alimentos de su población, históricamente vegetariana y autosuficiente en base a la productividad e sus comunidades rurales. Hoy, insertas en el sistema capitalista mundial, han dejado de producir enormes cantidades de alimentos básicos, para pasar a producir grandes cantidades de proteína animal, para lo cual necesitan de vastas extensiones del Tercer Mundo –como la Pampa húmeda argentina, uruguaya y brasileña por ejemplo- para obtener forraje barato –en los términos de su industrialización- que les permita producir carne para sus poblaciones urbanas ‘occidentalizadas’ en sus hábitos de consumo. El último problema grave, es la crisis financiera mundial que ha transformado e los granos en reservas de valor, frente a la caída del dólar y la previsible caída del Euro. De tal forma, la soja, el maíz, el arroz, el trigo –y el costo de la tierra necesaria para producirlos- deben hoy competir en su precio, por un lado con el precio del barril de petróleo y por el otro con el precio del oro. De allí al aumento irracional de los precios de los alimentos hay un solo paso. Este conjunto de factores ha producido la elevación descomunal de los precios de los alimentos, llevando el número de pobres subalimentados a 2800 millones de personas en el globo.
Existe hoy una situación nueva en la Argentina con el gobierno de Cristina Fernández, ¿nos podría decir que intereses representa este gobierno en relación a los trabajadores argentinos?
En principio la derrota de 1976 con la instalación de la dictadura genocida y su continuación y profundización descarada en el gobierno del Infame Traidor a la Patria C. S. Menem, significó la destrucción física de la clase trabajadora argentina, una de las más combativas y organizadas del mundo. Esto se reflejó primero en el terror dictatorial: el 55 % de los 30.000 desaparecidos eran delegados sindicales de base. Es decir más de 16.500 delegados fueron asesinados. Comisiones Internas y Cuerpos de Delegados (en 1976 el 99% de las grandes empresas argentinas poseía Cuerpos de Delegados o Comisión Interna) completos fueron secuestrados sometidos a tortura, asesinados y unos pocos liberados o detenidos legalmente. 800.000 delegados sindicales de base fueron expulsados de sus puestos de trabajo. Luego la política de privatizaciones y desindustrialización del menemismo destruyó física y orgánicamente a la clase trabajadora. A tal punto que si, entre 1945 y 1976 hubo 6 millones de trabajadores ‘en blanco’ y con todos sus derechos laborales (multiplicados por 4 una familia tipo, implicaban casi el 80-90 % de la población argentina de entonces), cuando se llega al final del proceso antiobrero y antiindustrial, al estallar la crisis de diciembre de 2001 -que liquida el modelo neoliberal en nuestro país- sólo restaban menos de un millón de trabajadores industriales, con sus derechos laborales completos. A partir de la rebelión popular de diciembre de 2001, el pueblo argentino ha ido recuperando lentamente sus derechos conculcados en un largo proceso iniciado en marzo de 1976 y concluido en diciembre de 2001, cuando recuperamos nuestra dignidad y comenzamos a reconstruir nuestro sistema democrático. Para tener una idea de qué hablamos, hay que tener en cuenta que la Argentina es la única nación en el mudo que destruyó su sistema ferroviario, que era el más grande de Latinoamérica, con el sólo objetivo de desarticular y destruir al proletariado organizado del cual por supuesto el ferroviario era un núcleo estratégico. Los FFCC tenían 120.000 trabajadores directos distribuidos por todo el país en 48.000 km., de vías férreas que enlazaban toda la nación, incluso al final del gobierno peronista llegaron a abarcar hasta 65.000 Km. Las industrias vinculadas al FFCC daban trabajo a su vez a otros 300.000 trabajadores distribuidos por toda la nación. Hoy sólo restan alrededor de 11.000 trabajadores y el FFCC sólo cubre 10.000 km de vías especialmente destinado a la carga y pasajeros urbanos. Habiendo sido además privatizado a precio vil, o ningún precio, que es la realidad. Lo mismo puede observarse en cada una de las demás ramas de la industria, y en particular en lo referido a las empresas del Estado que habían sido el núcleo de hierro de la poderosa clase obrera argentina estructurada en su Poderosa CGT y en sus miles de comisiones internas y cuerpos de delegados. El grado de destrucción física de la clase obrera ha sido tal que si en 1976 el 99 % de las empresas poseía Cuerpo de Delegados de Base (Comisiones Internas de fábrica) hoy ese logro sólo existe en el 12.8 % de las empresas. Peor aun las nuevas empresas que se crean o se instalan en el país pone como condición la no existencia de Cuerpo de Delegados.
Ahora bien, el gobierno de Néstor Kirchner primero, y el de su esposa Cristina Fernández que es su continuación, han tenido una serie de rasgos muy positivos y otros no tanto. De hecho es el emergente de gobierno de la gran rebelión popular de diciembre de 2001, al no haber podido el campo popular-revolucionario (si es que existe algo que pueda llamarse así en la Argentina de hoy) articular ninguna alternativa por fuera del sistema de partidos políticos hegemónicos. De tal forma, Kirchner aparecía como la ‘izquierda’ del sistema existente. Entre los hechos positivos cabe señalar que se ha retornado a juzgar a los genocidas, cerrando el círculo de la impunidad para los crímenes del Terrorismo de Estado ocurrido entre 1976 y 1983, y una muy correcta política de respeto por los derechos humanos. Estos dos hechos son política e históricamente decisivos para construir una nueva sociedad democrática, interrumpida en 1985 con las rebelión ‘carapintada’ y la claudicación del Presidente Alfonsín en las ‘Felices Pascuas’. Kirchner también ha cerrado el camino al ALCA, y ha sido él en persona, quien se lo ha expresado a Bush en la cumbre de Mar del Plata. Kirchner y Cristina se han sumado abiertamente a la nueva ola de gobiernos populares habidos en Nuestra América, y en particular ha desarrollado una estrecha alianza con la revolución Bolivariana, encabezada por el compañero Hugo Chávez Frías en Venezuela, vanguardia revolucionaria del continente -por designar de alguna manera su lugar histórico. También han sido solidarios y actuado en común con el gobierno de la gran Revolución indígena de Bolivia, con Nicaragua, con Brasil, con Ecuador y han apoyado el triunfo del nuevo gobierno paraguayo. Queda por resolverse el conflicto con la hermana República Oriental del Uruguay por el tema de las pasteras, pero allí faltó grandeza de Argentina y Brasil para desde el Mercosur hacer las inversiones necesarias para transformarlas en papeleras y en resolver el tema de la contaminación. Cabe señalar que el conjunto de estos procesos conforman lo que he llamado –al igual que otros historiadores- una nueva época histórica del continente. Una nueva etapa del proceso de liberación y de unidad continental, con el agregado nada desdeñable de que en esta etapa, Brasil está de este lado de la ecuación, y ese es un hecho altamente positivo y fuertemente debilitante para los planes del Imperio. En ese marco el gobierno de Cristina empalma perfectamente con lo mejor que está ocurriendo en el continente, aun con sus debilidades y limitaciones, debiendo destacarse su actitud y su discurso continentalista cuando la creación del Banco del Sur, pieza estratégica de liberación continental. El gobierno Kirchener también ha sido clave en desmontar el modelo económico especulativo desarrollado entre 1976 y 2001 y en retomar un modelo productivo que ya ha producido siete años de crecimiento continuado de la economía. En ese marco sus políticas han permitido una importante recuperación del empleo, orillando la desocupación el 8-9% aun cuando perduran inmensos sectores con altísimos niveles de pobreza e indigencia. Por su parte el salario está aun a niveles históricos muy bajos, de la misma manera que las condiciones de trabajo, incomparablemente inferiores a las de 1974, por tomar el año pico del desarrollo industrial argentino. Los gobiernos Kirchner no han modificado los rasgos estructurales de la economía argentina neocolonizada, no habiendo recuperado el petróleo, la minería, los recursos hidroeléctricos y demás elementos básicos de la nación, aun cuando ha dado algunos pasos, como lo fueron recuperar algunas empresas que habían sido privatizadas. No modificó sino que profundizó la política neocolonial de la sojización, que acaba de estallarle en las manos, sirviendo de base para una fuerte campaña de desestabilización de su gobierno por parte de las fuerzas de la derecha y del imperio.
Desde el punto de vista de los trabajadores el hecho más importante es la recuperación del empleo, la discusión salarial y el pasaje del Movimiento Piquetero a la ocupación y por ende a la reconstrucción de los sindicatos, lo que ha permitido que hoy la participación del salario en al Renta Nacional trepe a valores cercanos al 40%, habiendo recuperado casi 20 puntos respecto de los valores devastadores de la crisis de diciembre de 2001. En esta recuperación del empleo y de la discusión salarial se encuentran los motivos principales de la actual intentona golpista motorizada por los empresarios y terratenientes rurales. Por supuesto que esta parte es la más positiva, resta por resolver lo principal que pasa por la recuperación de los niveles elevados de vida y organización que poseyó la clase obrera argentina entre 1945 y 1975 y en particular entre 1945 y 1955.
¿Existe en estos momentos un rearme de los trabajadores argentinos y una nueva articulación del movimiento popular en relación a sus intereses de clase?
Si, como les decía, si la lucha principal en los noventa y en los años inmediatos posteriores a la crisis del 2001, residió en el potente Movimiento Piquetero –expresión clarísima de la clase obrera desocupada heredera de una altísimo nivel de organización y experiencia sindical anteriores-, hoy la lucha vuelve lentamente a lo gremial y a los conflictos sindicales de clase aunque enmarcadas en la lucha nacional y popular, más que clasista pura. Luchas que han permitido el surgimiento de fuertes corrientes combativas y clasistas populares en el movimiento obrero. Asimismo también la experiencia del movimiento obrero argentino ha producido el fenómeno de las Empresas Recuperadas las que han significado una respuesta creativa frente al abandono de la patronal de las fuentes de trabajo, con fuertes reminiscencias socialistas, cooperativistas y de autogestión según los casos. Por lo que puede decirse, que luego de su mayor derrota en la historia moderna (el período 1976-2001) el movimiento obrero argentino, centro de la resistencia popular, está de vuelta. Aun cuando se haya generado un potente movimiento social en nuestro país que excede la idea de lo que sería asalariado, proletario u obrero. Pues hay un potente movimiento Piquetero, de Empresas Recuperadas por sus trabajadores, de lucha y defensa ambiental, de derechos humanos, de derechos democráticos en general, de asambleas populares, de derechos sexuales y de género, de pequeños campesinos que reclaman tierra y el cese de su expulsión, de los pueblos originarios que han emergido fuertemente al calor también de las fuertes colectividades, bolivianas, paraguayas y peruanas que viven en Argentina. Podría decirse que el triunfo de Evo Morales provocó un terremoto en la gran masa indígena argentina que debió soportar el largo y tremendo racismo de la clase alta y media de nuestro país. La Argentina vive después de diciembre de 2001, una nueva etapa histórica al calor de lo que ocurre también en el continente, y esa etapa es democrática, popular y de Liberación nacional y social. Se equivocaría quien viera en ella una lucha por el socialismo, término o concepto, que debe volver a ser redifinido. La actual ofensiva de la derecha busca casualmente derrotar ese potente movimiento popular que irrumpió en diciembre de 2001 y cambió el curso de nuestra historia.
Se observa un nuevo mapa político en Latinoamérica y se suceden importantes procesos de cambios en la mayoría de nuestros países. ¿estamos frente a un cambio de época o los cambios son más bien cosméticos?
Bueno creo que le contestado esa pregunta unos párrafos más arriba. Creo haber sido de los primeros allá por 2002-2003 en usar el concepto de Cambio de Época, dado el carácter continental y profundo del proceso suramericano en marcha. En mi opinión este es el momento más importante de la posibilidad de cambiar para siempre la situación en América latina –dispénseme la utilización de dicho término- desde los tiempos de la Revolución de la Independencia -uso ese concepto que acuñó el historiador paraguayo Julio César Chávez dada su precisión respecto al doble carácter de la Revolución Emancipatoria, como social y de Liberación nacional- de allí la profundidad y continentalidad del proceso, más allá que el mismo es heterogéneo en sus distintos países. Pero el sólo hecho que Venezuela, Brasil y Argentina encabecen la idea de una unión continental independiente en lo concreto y real del dominio norteamericano, es algo indudablemente revolucionario que empalma directamente con las ideas y planes de Miranda, Castelli, Moreno, Bolívar, San martín y O‘Higgins. Eso no puede ignorarse y dada la continentalidad indígena que nos precede, este proceso se está difundiendo por toda la extensión de los Andes desde México hasta la Patagonia de manera casi inexorable e indetenible, incluyendo por primera vez al Brasil. Aunque aquí parecería, más desde una perspectiva de proyecto de burguesía nacional independiente, que sabe que va a una confrontación con los EEUU., y necesita no solo fortalecer su mercado interno extendido (Mercosur) sino principalmente la alianza con el resto de Nuestra América para poder sortear dicha confrontación, por cualquiera de las dos vías en que se produzca. Brasil también influye positivamente en el proceso continental –y mundial- a través de su alianza con Rusia, China e India, mediante el grupo BRIC. No debe olvidarse que nuestra base indígena es el sustrato básico donde se procesan y generan los grandes movimientos históricos en el continente, y esta posee una historia propia que está recuperándose rápidamente y se extiende en esa misma dirección señalada casi en forma espontánea y simultánea. El estallido comenzó con el Caracazo, le siguió el Santiagazo (Santiago del Estero en el Norte argentino) y casi inmediatamente emergió la rebelión Zapatista, que conmovió a Los Andes. Al punto que la conmoción posterior de los Inkas, los Ayamras, los Quechwas –y demás pueblos andinos- y los Guaranyes, comienza con la gran rebelión zapatista en territorio maya-zapoteca. Rebelión que además elige el camino de la no confrontación innecesaria, promoviendo la construcción desde abajo, modificando con su ‘mandar obedeciendo’, su lenguaje y su tempo indígena, todos los paradigmas del leninismo y los brutales errores de los ‘60 y los ‘70. Por supuesto reconociendo sus errores y limitaciones, como puede ser el no entender la necesidad de apoyar a López Obrador para acabar con el neoliberalismo en México y sumar al más -importante cultural y étnicamente- hablando de los pueblos indios de América al proceso de cambio continental. No me cabe duda que eso ocurrirá en el próximo período, al igual que en el Perú. El rasgo de gran rebelión indígena que ha adquirido esta nueva etapa de la rebelión continental, sumado al papel que juegan algunas burguesías nacionales y esa tendencia que aflora en los gobiernos, en buscar el acuerdo y la colaboración entre pueblos hermanos de una manera no vista desde los inicios de la Revolución continental –a excepción del infame genocida Álvaro Uribe claro está-, también nos remite a las dos grandes revoluciones que nos dieron origen: la de nuestro padre Túpac Amaru II y la de los criollos, indios y mestizos que hicieron la Revolución de la Independencia. De allí que más allá de las limitaciones y diferencias entre los procesos de los distintos países hermanos, veo esta nueva etapa continental como un claro cambio de Época, que a no ser por una guerra nuclear no veo posible para el imperialismo norteamericano detener.
¿Qué opinión le merece la revolución bolivariana y como ve el papel de Venezuela en el concierto de la lucha antiimperialista?
Algo he dicho, creo que la emergencia de la revolución Bolivariana modificó estratégicamente el escenario continental, como otrora lo hiciera el Cardenismo, o más tarde el Peronismo. Esa conjunción de pueblo y Fuerzas armadas suele ser decisiva para poder avanzar en la construcción de un poderoso Estado Nacional, que debe realizar las tareas no resueltas por nuestras burguesías nacionales industriales inexistentes o siempre coloniales, tal cual planteara Mariano Moreno ciento diez años antes que Lenin y Trotzky. De allí que el proceso Bolivariano impactó en profundidad en Nuestra América, tal cual lo hemos podido comprobar en los años subsiguientes. El hecho de mancomunar a militares, pueblo y una economía fuerte por la posesión de un recurso estratégico, unido al rol indiscutido del Comandante Chávez (una perfecta simbiosis de Fidel y Perón, con matiz, garbo caribeño y color mulato) nos devolvió al centro de la historia a la Patria de Bolívar –a la mitad por lo menos- y eso no es un hecho menor, como no lo fue cuando la Patria de San Martín, a través del primer Peronismo se lanzó –aunque prematuramente- a promover la unidad continental. Eso lo pueden plantear pocos países; Venezuela, Brasil, Argentina, México, tal vez. Y eso está ocurriendo y está en marcha ascendente. Por otra parte el gobierno chavista ha obrado con una habilidad ejemplar en la creación de los consensos, y en no dar un solo paso adelante que el enemigo no hubiera permitido primero con su reacción que lo legitimara –en una profundización de lo hecho por Fidel en la marcha de la Revolución Cubana hasta la crisis de los misiles. Tal el caso de la recuperación de la renta petrolera o de las leyes de pesca y tierras. La Revolución Bolivariana aporta además la idea de la Democracia Participativa como profundización de la democracia, resolviendo uno de los intríngulis más complejos que Lenin y Trotzky habían dejado sin despejar, como lo es crear una sociedad más justa con más libertad y más democracia y no con menos. En este punto tengo mis dudas sobre la conveniencia o no de que la revolución Bolivariana –cabeza de la revolución continental, una vez más- deba llamarse Socialista, me parece que no ayuda, pues es necesario redefinir el concepto del Socialismo, dado que la URSS cayó por sus propios errores y China abandonó el Socialismo y se hizo capitalista. De allí que incluso todo ese complejo de problemas, es una discusión que nos debemos los marxistas, y que si bien los americanos le estamos dando respuesta, me parece que debemos buscar las repuestas más en nuestro pensamiento liminar, que en Lenin, Mao o el Che. Lo he dicho y lo refirmo, que creo que a la Revolución Bolivariana le sería más fácil su tránsito, manteniendo su denominación de Bolivariana, haciendo honor y profundizando lo más radical del pensamiento de Bolívar, de Rodríguez, de Sucre, de Monteagudo, de Bello, que buscando solución en términos que nos cambian el eje del debate. Tal vez, el primer resultado negativo ocurrido en las elecciones de diciembre tenga algo que ver con esta cuestión, que no es sólo de denominación por supuesto.
¿Es posible construir el socialismo en un país rentístico petrolero y con un bajo nivel en el desarrollo de las fuerzas productivas?
Claro, la primera pregunta que surge es ¿qué es el Socialismo hoy?, después de todo lo ocurrido en el mundo y en particular con lo que llamábamos Socialismo Real. Es bueno recordar que el actual presidente del FMI también se llama ‘socialista’. Y que hoy la palabra socialismo debe ser explicada. ‘-Sí, socialista pero no como en la URSS’, por ejemplo, o ‘-Socialista sí, pero no como en China’, por lo que la situación se complica. Me parece mucho más fácil para Venezuela seguir adelante con su Revolución Bolivariana que no debe ser explicada, sino vivida por sus resultados, que es mucho más lindo y fácil. No es lo mismo para los militares venezolanos patriotas jurar por Bolívar que hacerlo por Marx, Engels o el Socialismo. Por otro lado si un proceso se proclama Socialista, inmediatamente aparecen los dueños del Socialismo, que me dicen ‘ah, no el socialismo es así, es asá, es como está en los libros y no como ustedes lo están haciendo’, lo que complica fuertemente la creación de consensos y abre camino rápidamente al sectarismo y al dogmatismo. Por el contrario, mantener nuestras revoluciones en el marco de nuestras ideas fundantes democráticas, igualitarias, redentoras y emancipatorias, no tiene límite alguno y nos permite generar todo lo contrario, desde el punto de vista de los efectos sociales y políticos. Ahora bien, dicho esto, por supuesto creo que Venezuela está dando pasos a su desarrollo que la llevarán a completar un capitalismo nacional, estatal, con un alto contenido social, que es lo que podemos construir en este tiempo histórico, y que incluso es lo que la URSS había construido, sólo que sin democracia política ni libertades públicas, cuestión que hoy sabemos decisivas. Las libertades públicas y la democracia han sido conquistas de las masas y no inventos de la burguesía. Respecto de como funcione es otra cuestión discusión. No puede haber socialismo, ni ningún proceso emancipatorio, ni nada que se le parezca, o como se llame sin libertad, libertad, libertad y más libertad. Tal cual lleva adelante correcta y decisivamente el gobierno de la revolución Bolivariana encabezado por el Comandante Hugo Chávez Frías.

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