miércoles, 21 de enero de 2009

TODOS CONTRA TODOS


Un artículo de Jorge Rachid


Cuando el mundo se debate en cómo afrontar una crisis generada por la codicia especuladora, perversa, hipócrita y estafadora del poder financiero mundial, que durante los últimos 50 años se dedicó a demostrar cómo a los pueblos, si apelaban a la paciencia y se sometían al coloniaje impuesto por los organismos financieros internacionales, les caería “maná del cielo”, derramando abundancia y bienestar, en la Argentina, la teoría del todos contra todos, encuentra un terreno propicio para un suicidio en masa.

Tanto es así que hasta aparecieron libros de pronosticadores de catástrofes inmediatas, con recetas parecidas a las que con distintos argumentos, pero con igual instrumentación, condujeron a los sucesivos fracasos nacionales por seguir pasivamente dictados de supuestos garúes, economistas, nuevos filósofos de pacotilla que, recitando teorías neoliberales, enterraban graciosamente al Estado como garante último de los conflictos de intereses, dejando en manos del nuevo dios Mercado a millones de compatriotas al borde mismo de la desesperación, la miseria y la marginación social.

Hoy como si todo ello fuese una película de ficción, cada sector económico desde los comerciantes hasta los servicios públicos y los Bancos, desde la producción industrial y los agrícola-ganaderos, piden al Estado la tabla de salvación necesaria para sus negocios, los mismos negocios que durante los últimos ocho años vieron reverdecer después de la catástrofe económico-financiera de los noventa. Cuando los trabajadores se suman al reclamo, estos mismos sectores, ponen el grito en el cielo con la excusa de los costos imposibles. Los mismos que, desde la oposición piden que disminuyan los gastos del Estado para mejorar la perfomance macro-económica, pero claman por los hospitales públicos y los sueldos docentes cuando los conflictos se encadenan. Así, la oposición contragolpea intentando generar espacios de confianza y destruyendo su propio discurso.

No está mal que lo hagan, que el Estado vuelva a tener un rol y sea el direccionador de un modelo de desarrollo nacional, que se haga cargo del impacto de la sequía, pero los hombres o mujeres del movimiento nacional pedimos que, cuando lo hagan, legisle el Estado para evitar el desmonte indiscriminado por la soja y la codicia forestal, principal causante la las terribles sequías además de los ciclos de lluvias. Que promueva el consumo pero que proteja el trabajo argentino, que auxilie a los sectores financieros, pero que ponga trabas estrictas al giro de capitales y dividendos indiscriminados al exterior, que fortalezca el empleo, pero que exija trabajadores en blanco cuando genera créditos para la producción.
Es decir que reaparezca el Estado pero no el Estado bobo que acepta las presiones de los poderosos y descarga costos sobre los débiles. No se puede seguir capitalizando privadamente las ganancias y socializando las pérdidas, ya que ante la crisis, el esfuerzo debe ser compartido y sacrificado en función de los más débiles, los mas humildes y los trabajadores.

En éste sentido, apuntalar el empleo existente es un desafío importante, ya que es la base de mantener el crecimiento producido en los últimos años; pero no se puede desconocer la hipoteca social pendiente que tiene nuestro país sobre el tendal de marginación social y desolación que dejó el neoliberalismo, con sus secuelas de desempleo y fragmentación social, que se verifica especialmente en los indicadores de salud y educación , en especial en los menores y las madres solteras. Una política, para enfrentar la crisis, debe contener dichas situaciones con respuestas planificadas que, enmarcadas en una política estratégica de Seguridad Social, permita ir creando un Modelo Social Solidario y Productivo, de construcción social a futuro, que visualice el camino de la Argentina en los próximos años con objetivos y pautas verificables y políticas de Estado que nos devuelvan identidad nacional y un destino común como Nación.

Por eso, la anticipación de las luchas electorales que enfrentan posiciones no siempre políticas, que enfrentan ambiciones de corto plazo -no utopías ni ilusiones de un país mas justo- desgastan y desvían el eje de la discusión central en nuestro país.
Otros actores en las sombras saben adónde van: la hacen, la planifican, saben que tipo de capitalismo quieren, como hacer para manejar la pobreza y que sea vertebral al proceso que impulsan; se ocupan de cómo sacarle al Estado provecho en silencio mientras los sectores sociales en pugna confrontan a los gritos y por los medios, creando confusión en los ejes de discusión y frivolizando la política.
La lucha electoral en medio de este escenario, hasta parece ridícula. Parece ridículo que cada acción concreta del Ejecutivo sea criticada como acto de corrupción, de caja o de perversidad; como así también es ridículo que a la menor irrupción de la oposición, el oficialismo la institucionalice como el enemigo y la estigmatice ideológicamente. En el campo nacional los códigos de relaciones deben reestablecerse con reglas del juego claras y políticas de Estado que apuntalen los grandes ejes de discusión.
Mientras esto no suceda, los verdaderos dueños del poder, aquellos capaces de marcar la agenda, los que son capaces de armar la tapa de mañana o variar la las cotizaciones de la Bolsa de Valores, no se manchan ni se exponen públicamente, privilegiando su cuota parte de poder desde las sombras.

La diatriba y el escarnio aparecen entonces sobre la política, madre de todos los males, creadora de todas las corrupciones, enterradora de los valores y encarnadura del mal. Sin embargo la democracia sigue siendo el sistema que aún con defectos, malformaciones y condicionamientos, permite a los pueblos cambiar los rumbos, establecer nuevas condiciones, castigar las historias, generar esperanzas y también democratizar el poder. La herramienta para hacerlo es la política. No existe otra: ya que la fuerza es rechazada y las dictaduras quedaron en el fondo de la historia, no seremos colonia ni virreinato de potencia alguna, aunque algunos lo anhelen desde sus posiciones pro activas de intereses ajenos.

La misma política de Derechos Humanos que se ha instalado en el país a traído nuevas divisiones entre sectores sociales, como si la Justicia no fuese el ámbito común de sometimiento de todos los delitos y, más aún: los de Lesa humanidad. En el mundo se están juzgando genocidios como el de los Balcanes, con números inferiores de muertos a los de Argentina; sin embargo, pareciera que en nuestro país eso se llamara venganza. Hay organizaciones judías que siguen buscando genocidas nazis en nombre de la Justicia. Aquí se llama persecución ideológica. Si se condena el genocidio del estado de Israel sobre Palestina es antisemitismo, o peor aún: terrorismo. Cuando lo mismo clama la UN, es un acto de sensatez. Si se pide el fin del Bloqueo a Cuba es estar fuera del mundo. Si lo pide Lula lo transforma en estadista comprometido; y, si lo reafirma Obama, es el nuevo tiempo.

Los políticos que tenemos son los que hay, lo mismo que los empresarios, los dirigentes gremiales, las organizaciones sociales, es lo que tenemos como argentinos. Hemos podido protagonizar epopeyas, somos el único país que declaró su independencia y la mantuvo a costa de generaciones de jóvenes muertos en las luchas por la emancipación nacional. Tuvimos próceres que sabemos no fueron tales y otros que si fueron enterrados en vida y en la historia. Creamos movimientos populares que hicieron historia en el mundo, desde la reforma universitaria hasta el irigoyenismo, incorporando a los inmigrantes al mapa nacional hasta la epopeya del 17 de octubre y la irrupción de los trabajadores como actores del poder en el peronismo. Derrotamos el neoliberalismo en el 2001, pagando un alto precio en vidas y en la comunidad internacional. Para salir de la noche oscura del sin destino y discutir hoy la distribución del ingreso, fue una construcción con el esfuerzo de todos los argentinos.

No se trata de ser o no oficialistas, para eso sobran personajes en ambas orillas. De lo que se trata es desde dónde, desde qué lugar, con qué ánimo, con cuál visión planteamos nuestros problemas sectoriales o políticos. Qué intereses se juegan en lo táctico y en lo estratégico, sobre qué modelo de país nos paramos y qué nuevos paradigmas estamos dispuestos a asumir, sabiendo de antemano que la historia la escriben los pueblos a lo largo del tiempo. Si trabajamos para la paz mundial debemos primero construirla en casa; si queremos integrarnos continentalmente debemos respetar las realidades de cada pueblo hermano: sus condiciones, sus liderazgos; y si estamos dispuestos a abrirnos al mundo fortalezcamos nuestro frente interno volviendo a creer en nosotros mismos, a estar orgullosos de ser argentinos y dejar de castigarnos sin piedad, para no transmitir a las futuras generaciones desazón y descreimiento.


DR. JORGE RACHID
CABA, 21 DE ENERO DE 2009-01-21
Jorgerachid2003@yahoo.com.ar

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