miércoles, 17 de junio de 2009

La última elección del Consenso de Washington.


por Jorge Rachid


En medio de una crisis internacional definida como estructural y que abarca lo social, lo financiero y lo económico, Argentina enfrenta un proceso electoral cuya formulación se sustenta en el caduco modelo neoliberal. Así, se pretende la construcción de un supuesto debate de pensamiento, con centro en lo macroeconómico, donde las ideas fuerza rondan el “consenso” y la “sustentabilidad”, rememorando aquellos idealizados pergaminos, tan afianzados en los 90, que otorgan los organismos internacionales cuando los gobernantes nacionales claudicando, responden a sus intereses.

Esta situación terminal del mundo creado y regido por la especulación, la codicia y la extorsión de lo financiero por sobre lo productivo y que desprecia al hombre como centralidad totalizadora de la política, se ha agotado en su propia ignorancia: la acumulación de ganancias insolente y procaz de unos pocos terminó vaciando el consumo de las poblaciones trabajadoras y cayendo en la torpeza especulativa, quebrando así a su majestad, la lógica “del mercado”.

Después de la crisis del 2001 y de la mano del denostado y maltratado “Peronismo”, nuestro país, en contra toda la lógica racionalista internacional de moda en ese tiempo, recorrió un camino propio emergiendo casi indemne de una crisis que los poderes internacionales proyectaban como el capítulo final de la construcción de la nacionalidad en nuestro país.

Mal que les pese a muchos fue el Peronismo en su caprichoso derrotero histórico de enfrentar situaciones difíciles, sin ejercer la violencia ni coartar las libertades democráticas, sin proscribir a otras fuerzas sociales ni reprimir la protesta social, quien fue encontrando en la voluntad mancomunada del pueblo esa herramienta necesaria de esfuerzo y sacrificio, siempre dispuesta a recuperar la identidad nacional en horas difíciles.

Pese a contener en su seno elementos contradictorios que van de lo ideológico a lo metodológico, el Peronismo constituye el marco necesario de la expresión del movimiento nacional, que contiene desde el empresariado nacional a las organizaciones sociales libres del pueblo, desde sectores políticos aliados hasta contar con la voluntad del Movimiento Obrero Organizado, verdadero ordenador del diseño económico social, tanto en la creación de cuatro millones de puestos de trabajo hasta la suscripción pautada, lógica y ajustada a los tiempos postcrisis, de los convenios colectivos de trabajo.

En un país donde la democracia está en plena vigencia entrando en la adultez, la campaña política se desarrolla apelando a la consigna democracia o dictadura, instituciones o caos, transparencia o guerra civil, tal como hace setenta años, pretendiendo ocultar que los tres poderes de la República funcionan, el Gobierno actúa en el plano nacional e internacional de acuerdo a la presencia histórica de la Argentina en la lucha por la paz y la unión de los pueblos en especial latinoamericanos y la crisis que nos invade se atraviesa con políticas activas de preservación del empleo. No es serio ni constructivo que los medios y las cuestionables discusiones de presuntas plataformas nos pretendan hacer atravesar esta etapa de manera maniquea, poniendo en tela de juicio al conjunto de la Nación.

Sin dudas muchas reflexiones serán destacadas después del acto electoral, pero existen compromisos permanentes de la política en post del fortalecimiento como Nación, entre ellas el fortalecimiento partidario, el debate ideológico y la discusión del modelo de país que queremos, que muchas fuerzas expresan en su afán electoral, pero ninguna termina por definirlo. Mientras tanto el peronismo construye caminos políticos y fortalece la presencia del estado, después de años de ausencia y mercado negro.

Estos últimos años marcaron un camino sobre el cual transitar, un camino que había sido abandonado por la fuerza mayoritaria del peronismo en un proceso de tráfico doctrinario-ideológico, que lo llevó a abrazar las corrientes neoliberales dominantes entonces desde el inicio mismo de la dictadura militar del 76, en una lógica del poder contraria al compromiso de “primero la Patria, luego el Movimiento y por último los hombres” referencia inequívoca a la dedicación y compromisos ineludibles, con los desposeídos y los trabajadores.

No es posible ser Peronista y neoliberal al mismo tiempo por cuanto se representan intereses contrapuestos, por construir pensamientos antagónicos desde lo ideológico, por desarrollar alineamientos automáticos en el orden internacional por sobre los intereses nacionales, por ser acríticos a la hora de las definiciones de la situación nacional, por tener a los trabajadores como herramienta de ajuste económico y no construir dignidad. Podríamos seguir enumerando las contradicciones de un modelo que ha fracasado en el mundo como anticipó Perón, al condenar los capitalismos salvajes y deshumanizados, al alertarnos sobre la defensa de los recursos naturales, próxima estación de la voracidad multinacional que vivimos en estos tiempos.

Saltándose la mismísima directiva de Perón (“mi único heredero es el Pueblo”) quienes hoy se pretendan adjudicar la paternidad peronista para desandar el camino desarrollado, deberán sin dudas apelar a la tijera histórica para desconocer que se puede estar en desacuerdo con las formas de conducción del Gobierno y del Partido, se puede criticar la superficialidad de algunas de las medidas adoptadas, se pueden marcar actitudes diferenciadas con personajes que hoy conducen espacios nacionales, se puede plantear legítimamente la lucha política por el posicionamiento territorial, se puede estar enojado y herido, pero para hacerlo no es necesario ni es posible para quien se dice peronista, tejer alianzas con exponentes de la dictadura militar, ni con los responsables del vaciamiento del Estado, ni con los desesperados y tardíos ingresantes a un primer mundo utópico de la globalización financiera, ni con quienes atacan la Unidad Sudamericana de Naciones de la cual el Peronismo fue pionero de la mano de Perón en los 50.

Se acusa al Peronismo de violento, cuando en realidad fue el Pueblo Peronista la víctima de bombardeos indiscriminados, fusilamientos inconcebibles, proscripciones electorales por décadas, desapariciones, persecuciones al movimiento obrero organizado, encarcelamiento de dirigentes, siempre ejecutados en nombre de la Democracia y la Libertad, cuando en realidad era la tiranía de los históricos dueños del poder, de los que siempre optaron por el camino fácil de la represión y del ajuste sobre los sectores mas humildes de la población, de los que descreen de una sociedad solidaria desde los albores mismos de la Patria, cuando el conflicto Unitarios y Federales teñía de sangre nuestra geografía, siguiendo con Irigoyen y Perón, expresiones populares combatidas a sangre y fuego, por los mismos intereses que hoy expresan la contienda electoral.

Este panorama hace que se trate de la última elección en el marco del Consenso de Washington, diseñado como esquema de dominación y condicionamiento de las democracias populares, al fracasar las dictaduras militares, siendo esas democracias sometidas al manejo extorsivo y colonial de los organismos financieros internacionales, con socios locales que asumieron al Mercado como ordenador último del conflicto social, es decir represión y ajuste económico, enarbolando la teoría del ilusorio derrame económico y el pensamiento acrítico del Fin de la Historia.

La crisis económica financiera mundial los desnudó en toda su intensidad, lo despojó de la sombra hipócrita del Estado ausente, mostrando a las Bancas del mundo pidiendo auxilio a los que antes pontificaban como “Estados Bobos”, a las empresas multinacionales asumiendo públicamente vivir de las arcas del Estado y que siempre lo habían hecho en privado, intentando el capitalismo internacional que la crisis la paguen los pobres de los países emergentes como sucedió históricamente.

Los hombres y mujeres del campo nacional y popular, en especial los peronistas, sin dudas debemos asumir un proceso crítico de reconstrucción del movimiento nacional, fijando objetivos estratégicos en forma independiente de los procesos electorales acuñados para desviar los ejes principales de la política, dividiendo por aguas equivocadas en el afán neoliberal del protagonismo individual por la concejalía, la diputación o la senaduría, tomando como base que el ser electo no resuelve los déficit profundos del diseño estratégico del país. Resolver esta situación nos hará libres de ataduras conceptuales de los últimos 33 años de cultura dominante neoliberal para actuar y pensar libremente en los mejores caminos de construcción de nacionalidad en un mundo disperso y en crisis, donde la visión de hace 60 años de un líder como Perón, es revalorizada como categoría del pensamiento moderno y aquí estigmatizada como la marca de la confrontación que supuestamente llevó a la Argentina al descenso a los infiernos.

Nuestro aporte será sin dudas como la vieja FORJA del siglo pasado empujando a la recuperación de las banderas nacionales, de la política como instrumento de cambio en la calidad de vida de los pueblos, a desnudar los instrumentos de la dominación conceptual y material, reinstalando al hombre argentino y latinoamericano como eje de la política, por los caminos que el pueblo argentino esté dispuesto a transitar en la construcción de nuevos paradigmas para los próximos tiempos, en la construcción de un modelo social y productivo mas justo, en un país mas grande con un pueblo mas feliz.

JORGE RACHID
CABA 14-6-09
jorgerachid2003@yahoo.com.ar
www.jorgerachid.blogs

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