jueves, 28 de mayo de 2009

LA SALUD: UNA ENFERMEDAD DE ESTADO


por Jorge Rachid


Un lamentable análisis sería atribuir todas las deficiencias del sistema de salud actual de la Argentina, simplemente a la fotografía de hoy y pretender desconocer treinta y tres años de inacción coordinada del neoliberalismo para producir su desguace económico y operativo, a favor de grupo económicos, tanto de la medicina prepaga como de la industria farmacéutica en su conjunto.

Así lo ha sufrido el Hospital Público que, de ejemplo Latinoamericano de excelencia sanitaria y punto de referencia de países de todo el mundo, pasó a ser administrado y conducido por unidades de gestión cada vez mas delgadas, como son los municipios, en una mal llamada descentralización que en realidad esconde una fragmentación y una diáspora de políticas sanitarias que arremete nuestra memoria.

Las Obras Sociales Sindicales, ejemplo único en el mundo de un sector social que corporativamente, con recursos propios de los trabajadores de ahorro interno genuino para la salud, dieron respuestas que el Estado no ofrecía, en una cobertura integral y universal, que sin embargo fue atomizada e invadida por las empresas comerciales de medicina prepagas a partir de la desregulación del sistema, exigida por el Banco Mundial en los 90.

Se perdió en ese camino forzado a transitar, nuestra cultura y nuestra historia sanitaria marcada y ejecutada en forma brillante por el Dr. Ramón Carrillo que logró, no sólo eliminar las endemias mas preocupantes de nuestro país, sino que consolidó la práctica en sus libros como “La teoría del hospital” y sus clásicos métodos de conducción sanitaria, tales como la centralización ejecutiva y la descentralización operativa, que hoy aún se analiza y profundiza en el mundo académico. Esta pérdida de rumbo conduce hoy a confundir lo que es la planificación e instrumentación de una “Política de Salud”, con una política de “atención de la enfermedad”.

En éste marco es coherente y no llama la atención que el principal gasto de la inversión en “salud” en la Argentina, sea en medicamentos, ocupando casi un 32% del total del gasto sanitario total, lo que representa una desproporción absoluta con indicadores de otros países que destinan entre el 12 y el 15% a ese fin. De ese gasto total en salud nuestro país, en sus sistemas solidarios tanto de obras sociales sindicales, provinciales, PAMI y sector público hospitalario, cubre el 80% pese a lo cual no decide la direccionalidad del recurso ni las políticas prestacionales, al no dar la batalla necesaria del cambio profundo, transformador y revolucionario que nos merecemos para recuperar la política como herramienta de transformación, en el área mas sensible de los derechos humanos como es la salud de los argentinos.

Cualquiera podrá decir que es fácil decirlo y difícil concretarlo. Es cierto. Pero lo es también que la política de parches sobre una realidad escrita por una cultura dominante, que privilegió durante décadas las pautas de financiamiento, el capital privado, el diseño econométrico de la inversión en salud, la macroeconomía por sobre un Plan Nacional de Salud, invirtió como vuelta de campana todos los ejes de prioridades sanitarias de nuestro país a favor de la especulación, la ganancia, la corrupción, la codicia y la acumulación por parte del sistema prestacional privado, que opera extorsivamente sobre la seguridad social, al conocer perfectamente la situación a que ha sido sometida en sus limitantes burocráticas.

En ésta medida es lógico que los planes preventivos no existan, salvo programas puntuales que, cuando son de alto impacto mediático son financiados por los organismos de créditos internacionales, pero abandonando las enfermedades huérfanas, aquellas que no aumentan las ganancias de las multinacionales de medicamentos, ni tienen capacidad de ahorro interno, porque son las que golpean a los sectores mas humildes y desprotegidos de la población. El Chagas, las amebiasis , las lectopirosis, el dengue, el cólera, la fiebre hemorrágica argentina, ahora la tuberculosis reaparecida, forman parte de ese largo listado de abandono. A nadie le interesa, y un ejemplo concreto lo da el hecho del laboratorio de primera línea que anunció hace dos años que alegremente dejaba de elaborar el único medicamento que se recetaba para impedir el avance de los efectos del chagásico ya infectado, en especial los niños, llamado radanil, por la simple razón de que el Mercado era muy pequeño.

No debemos olvidar desde el punto de vista sanitario las condiciones medio-ambientales, en especial aquellas que afectan directamente la salud como los fosforados en general, el glifosato en particular y los mercuriales junto a los arsenicales, verdaderos contaminantes que condicionan la vida de poblaciones enteras rurales y urbanas ubicadas cerca de los centros de producción y explotación de comodities como la soja y el petróleo. Esas conjunciones crean condiciones de desarrollo de procesos oncológicos y malformativos en poblaciones cercanas, de difícil inserción en los medios de comunicación masivos frente a los intereses que representan.

Los Laboratorios Estatales de Medicamentos durante años fueron una expresión voluntarista de las provincias argentinas, luego de haber sido en la década peronista del 45 pioneros en el mundo con el EMESTA, habiendo dejado caer en estos años de neoliberalismo verdaderos complejos industriales de producción pública, como el laboratorio de las FFAA. Sin embargo ésta administración incorporó la Red de Laboratorios a un diseño de producción pública que deberá complementarse con la investigación y el desarrollo para adquirir soberanía en la decisión de la política sanitaria a futuro. Esto sumado a la Ley de Genéricos y los programas de salud reproductiva fueron sin dudas avances en un campo aún minado de la seguridad social.

Según cuenta el maestro Floreal Ferrara, decía Carrillo que el mejor plan de salud sin dudas es agua corriente y cloacas para todos los argentinos. Desde esa premisa es necesario construir políticas de Estado a futuro, con el concurso de quienes estén dispuestos a pagar el “costo” de reformular el actual sistema prestacional, plagado de aparatología de última generación y sin atención médica primaria, con médicos pauperizados y proletarizados por verdaderos explotadores financieros que cobran cápitas enormes de atención y pagan chirolas a los profesionales, con ritmos de trabajo y atención que atentan contra la excelencia médica, abandonando la práctica médico-paciente por la receta y la orden de estudio ante la mínima consulta por dolor, sin tiempo de profundizar el conocimiento y las causas de las circunstancias que impone la situación.

Apuntalar la Salud de la población no sólo es un mandato constitucional del cual el Estado debe hacerse cargo, es un derecho fundamental del hombre, que hace a su felicidad y la de su familia. Atender la Salud debe ser un desafío integral desde el nacimiento hasta la muerte, desde la misma concepción del individuo futuro a la dignidad de la etapa final de la vida, para lo cual se requiere eliminar aquellos obstáculos que afectan la dignidad de las personas, desde las largas colas nocturnas para turnos hospitalarios, hasta atenciones rápidas de consultorios periféricos desbordados y lejanos para muchos compatriotas. Se requiere la educación médica continua y retomar el pulso del humanismo desvastado por la lógica del dinero y la aparatología, en los profesionales. Se necesita de gobernantes que estén dispuestos a soportar todo tipo de agresiones por parte de quienes verán afectados sus intereses, consolidados por años en las estructuras del poder. Se requieren políticas sinérgicas del Estado en la compra centralizada de insumos y materia prima importada, con la decisión de producir en el país con la máxima tecnología y con nuestros técnicos y profesionales que exportamos, pero que no aprovechamos en toda su aptitud dentro de nuestras propias fronteras.

Se requiere, en definitiva una decisión política del mismo nivel y trascendencia que llevó a eliminar a las AFJP, del mismo tenor que el pago al FMI, de la misma dirección que llevó a recuperar los puertos, las aerolíneas, los ferrocarriles, a levantar las leyes laborales como estandartes de una cultura del trabajo y que deberá aún derrotar a las ART (ley 24557), pilar de la discriminación del obrero argentino ante el infortunio laboral.

Hay un camino recorrido que es correcto. En salud hay una hipoteca pendiente que tiene que ser levantada si pretendemos que sea esta la ruta del modelo social solidario y del Estado de Bienestar perdido en la lógica perversa de los 80 hasta la fecha. La salud es la llave junto a la educación y la vivienda de la tríada de la felicidad del pueblo y desde ahí apuntalar la grandeza de la Nación, ambos objetivos estratégicos del movimiento nacional y popular en la Argentina.

JORGE RACHID-
CABA 21-5-09
jorgerachid2003*yahoo.com.ar
www.jorgerachid.blog

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