domingo, 28 de febrero de 2010

“El eje del mal”


“El eje del mal”


por Jorge Rachid



Desde que el ex presidente de EE.UU. declarase que existía un conjunto de países llamados el eje del mal, desde una apreciación mística, emparentada con la fe religiosa y evocando a las imágenes del Dante en la “Divina Comedia”, condenándolos al fuego eterno del infierno, comenzó en esta nueva etapa imperial posterior al atentado del 2001, una nueva masacre de pueblos, en nombre del dios supremo del occidente cristiano llamado mercado.
Así sucesivamente ocurrieron las invasiones de Afganistán e Irak en nombre de las democracias occidentales –como nuevas cruzadas del siglo XXI– que esconden los intereses económicos petroleros y del complejo militar industrial, necesitado de guerras impulsadas por los países centrales. No les ha ido bien. Los pueblos se resisten a ser dominados, invadidos o violados en nombre de supuestas culturas superiores que se arrogan los derechos universales de admisión en el mundo de los “buenos”.
Hemos asistido a testimonios inobjetables de violaciones a los derechos humanos en los territorios ocupados, matanzas de civiles presentadas como efectos “no deseados”, destrucción de patrimonios de la humanidad bombardeados, ciudades destrozadas y por supuesto los recursos naturales –entre ellos el petróleo– explotados por los invasores. El resto del mundo observa y algunos participan para no quedar fuera del festín caranchero del nuevo colonialismo.
La lista de los países participantes de este llamativo club son casualmente aquellos países que se han atrevido a explorar caminos propios de autodeterminación y soberanía política. La mayoría de ellos lo hacen a través de elecciones democráticas y con amplia participación popular. Pese a ello se los amenaza por los medios, con declaraciones altisonantes, se los intenta condicionar a través de organismos internacionales, se les intenta prohibir el acceso a determinadas tecnologías, se les cuestiona el manejo del espacio audiovisual, se les condicionan hasta sus relaciones exteriores, se los somete a bloqueos, se los bombardea preventivamente, se acusa a los partidos de organizaciones terroristas aunque tengan diputados y ministros. Todo sucede en la marea mediática globalizada tratando de influir sobre las conductas sociales del conjunto de la comunidad internacional.
Lo hicieron con el tratado de Yalta en la posguerra mundial del 45. Condenaron a nuestro país, a los países árabes, se repartieron el mundo en áreas de influencia y determinaron quién era quien en el mundo bipolar que crearon. Ahora en un mundo supuestamente unipolar, los bloques se van uniendo: Latinoamérica es testimonio de ello, la UNASUR es un hecho. La unión con los países del Caribe es otro hecho. La reivindicación de Malvinas es inédita, frente al fracaso de los organismos manejados por los dueños del poder como la OEA o la OTAN o la UE o las Naciones Unidas, en donde conservan un vergonzoso poder de veto que ignora las mayorías asamblearias.
Los llamados analistas políticos de los grandes medios nacionales, al servicio del Virrey, llámese “la embajada”, catalogan las relaciones institucionales del país en función de esa óptica. Venezuela, Bolivia, Ecuador, Franja de Gaza y Palestina en su conjunto con Cisjordania, Irán, Libia, Nicaragua, Yemen, Siria, Cuba –entre muchos otros– son el largo listado de países indeseables, aquellos que no pueden decidir su destino ni planificar su desarrollo al margen de la cultura dominante del mercado. Otros presidentes de otros países amigos como Brasil o Francia, no se privan de desarrollar su comercio internacional con estos Estados ni de recibir a sus presidentes ni intercambiar tecnología. Los argentinos –en cambio– somos etiquetados si lo hacemos en un mecanismo de permanente denigración de nuestra actitud soberana de explorar caminos, establecer relaciones, estrechar vínculos y acrecentar nuestro propio comercio exterior.
No existen países probos ni otros demoníaco;, sólo existen procesos políticos soberanos, con identidades nacionales diferentes y procesos alternativos a los que pretenden marcar lo “políticamente correcto”, que llevó a la Argentina en su momento a los mayores dolores de muerte de compatriotas y destrucción del patrimonio nacional de su historia, pese a lo cual hemos podido salir recuperando la democracia y consolidando la justicia junto a las instituciones de la Nación.
Debemos abandonar la autoflagelación y la denigración como ejercicios permanentes del devenir político para poder construir un destino común, nacional y popular –transformador y revolucionario– que nos permita mirar de frente a nuestros compatriotas en el marco de un modelo social solidario con justicia social. Si lo hacemos, será sin dudas el eje del bien argentino, más allá de los detractores y cipayos.

JORGE RACHID
CABA 25-2-2010

viernes, 5 de febrero de 2010

LA SOCIEDAD MEDIATIZADA



por Jorge Rachid



Para analizar la realidad actual de los medios de comunicación y su influencia sobre las conductas y efectos que producen en la población, es necesario internarse, sin intentar un análisis enciclopédico, en Humberto Eco en sus libros “Apocalípticos e integrados” y “Estrategias de la ilusión” en cuanto a la influencia de los mismos en la comunicación práctica.

Los “apocalípticos” son, según el autor, aquellos que miran el pasado, y lo analizan con antiguas teologías y métodos reaccionarios de rechazo para hallar la verdad. Los “integrados” son los místicos que desde la intelectualidad, como miembros de la humanidad, están destinados a salvar el mundo. Dice Eco que el crítico es un filósofo en función de historiador de la cultura y que el mito es una simbolización del inconciente. Por lo tanto el héroe siempre es el héroe individual en la cultura neoliberal encarnado en Superman.

En cuanto a la situación actual de los medios en nuestro país, no podemos dejar de reconocer que la misma obedece a décadas de cultura dominante, avasallante y apabullante que los colocaron en una situación de poder, y que fueron cooptados como herramienta esencial del proceso de dominación cultural que se instaló en nuestro país, desde la dictadura militar de 1976 hasta nuestros días.

Así, la conciencia colectiva del pueblo argentino y en especial las nuevas generaciones, fueron absorbiendo ejes culturales que exaltaban valores diferentes a los expresados por la cultura del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio y de la solidaridad que inculcaron nuestros mayores como expresión social de una sociedad mas justa.

Por lo contrario la jerarquización del individualismo, como forma de coronar socialmente a cualquier precio, el consumismo como valor referencial de status, la creación de la necesidad antes que el interés de saber la condición y los afectos de los “otros”, llevó a la diáspora social, apuntalado dicho proceso, sin dudas por un marco económico y social, que impulsaba el deterioro del valor de lo argentino y su denigración constante en comparación nefasta en términos de identidad nacional, con culturas supuestamente exitosas y superiores de países del “primer” mundo.

Fue natural entonces que los términos económicos dominasen la mesa familiar, la discusión giraban sobre superávit fiscal, riesgo país, sensación térmica, medicina prepaga, colegios privados, ahorro privado previsional (AFJP), guerra al terrorismo, inseguridad, eje del mal, colapso energético, crisis del campo, granero del mundo, todos temas instalados desde los medios como una habitualidad en la vida de los argentinos, haciendo que hasta empezáramos a sentir la zozobra por una mala calificación en el llamado “riesgo país” como si se tratase una verdad bíblica lo dicho por Lherman Brothers, a la sazón consultora privada y quebrada, que no supo anticipar su propia muerte.

Después del colapso del capitalismo mundial financiero ya no existen más las consultoras que contribuyeron escondiéndolo e ignorando los medios el rescate estatal al sector financiero en los países centrales líderes del privatismo y el estado mínimo, como tampoco existieron los dramas energéticos, ni tuvimos que importar carne, ni el dólar se fue a las nubes, ni la crisis tuvo dos dígitos de desocupación ni déficit fiscal. Sin embargo estas predicciones ocuparon las mesas y los cafés, estuvieron en las tapas de los diarios, condicionaron el humor de nuestro pueblo y las radios las repetían mecánicamente sin pausa. Es mas, se hacía sentir a la gente que su situación era límite, que algo había que hacer ante tanto descalabro e improvisación, que nuestro futuro como Nación viable estaba en juego y que así no se podía seguir.

Ahí aparece la cara del monstruo propiciador y propietario de las instituciones, la moral, las conductas, las supuestas legitimidades, los hombres y mujeres pomposamente llamados de la Patria, como si el resto de los mortales que vivimos en esta tierra fuésemos kelpers invasores, al no coincidir con el supuesto discurso único de lo “políticamente correcto”. Muchos somos peronistas, perdón pedimos humildemente a los “dueños del saber”, hemos vivido y realizado nuestras vidas con un proyecto de compromiso y entrega al prójimo que seguimos desarrollando cada día, buscando nuevas formas de reparación a la sociedad maltrecha por años de dolor, ausencias, con mecanismos insolidarios y expulsivos.

Lo hacemos bien y mal, pero siempre con compromiso, como cualquier persona comprometida con un destino. Sentimos la Patria, la amamos y queremos a nuestros compatriotas piensen como piensen. No somos sectarios ni tampoco excluyentes, pero no queremos virreyes que se alegren porque los “Fondos Buitres” avanzan sobre los bienes argentinos, ni personajes que se solazan al compás de las demandas de los privilegiados de los 90 en juicios de las multinacionales por “inseguridad jurídica”. No nos sentimos en un país de cuarta, es nuestro país al que queremos y respetamos, desde sus símbolos hasta su historia, pero antes que nada a su Pueblo, paciente y generoso hasta el cansancio después de tanta devastación financiera neoliberal.

No podemos permanecer impasibles frente al atropello de la realidad, por parte de los medios en su lucha por intereses concretos y sus lobys permanentes que inundan todos los sectores de la vida nacional corrompiendo con dinero, miedo o vanidades. Quien no esta en la TV no existe ni en la política ni en la vida, es un ser anónimo para el paradigma del éxito hoy. En la política esto tiene traducción con nombres y apellidos. Antes eran los analistas económicos garúes en los 90, ahora lo politólogos y los periodistas estrellas los que auguran, siempre desde el borde del abismo, el próximo paso adelante en el derrumbe nacional que solo ellos imaginan.

Afecta esta situación la salud colectiva del pueblo ya que la angustia generada no es gratis al equilibrio orgánico de cada persona. El malhumor y el desencanto, la falta de perspectivas y la anulación de la esperanza, son estiletazos al corazón social colectivo. Es una responsabilidad no asumida por quienes son propiciadores de permanentes malas nuevas con objetivos subalternos, y el daño causado solo es comprensible en términos históricos, porque una lucha por espacios de poder e intereses mezquinos de los medios de comunicación, no lo amerita si se piensa la Patria como objetivo de construcción de un espacio común.

Seguiremos muchos con nuestra tarea del desmonte del discurso hipócrita y de doble moral enarbolado por estos personajes, pero seguiremos también apostando por la esperanza con mas Estado, mas Justicia Social, mas Soberanía Política y mas Independencia Económica, en un camino iniciado con aciertos y con errores pero que debe profundizarse, ampliarse a nuevas capas de población, a nuevos sistemas de alianzas políticas del campo nacional y popular, teniendo como único interés el supremo interés del pueblo argentino.

JORGE RACHID
CABA, 3-2-10
jorgerachid2003@yahoo.com.ar